Thursday, September 10, 2020

POR QUÉ LA IA NO VA A DESTRUIRNOS Y POR QUÉ NO LLEGAN LOS EXTRATERRESTRES

 

Bueno, en primer lugar, cuando digo que la IA no va a destruir a los humanos, lo que quiero decir es que no lo hará conscientemente, claro.

En teoría, es perfectamente posible que la consciencia, o lo que llamamos alma humana, se pueda manifestar a través de un soporte no biológico. Por no biológico entendemos, más allá de si su soporte material es biológico o no, que para su diseño se ha dado el concurso de otro ente inteligente, y no tan sólo de la mera Naturaleza. Pero, esta posibilidad pasa necesariamente por imitar a la Naturaleza. Podemos encontrar atajos y no necesitar millones de años de evolución hasta alcanzar el diseño óptimo porque ya tenemos un patrón a imitar, pero al final no podemos alejarnos mucho de las estructuras y diseño que la Naturaleza ha alcanzado hasta manifestar la consciencia.

Un robot sólo puede llegar a la consciencia a partir de la experiencia de una vida de percepción y observación que le permitan construir una identidad basada en la gestión de sus propias emociones. Por lo que, para empezar, necesita un cuerpo y poder interactuar con su entorno a partir de una enorme nitidez y complejidad sensoriales. A su vez, el software y hardware adecuado para permitir esa experiencia en la vida de un robot, que estaría basado en algo así como redes neuronales evolutivas, necesitaría ir sufriendo adaptaciones y cambios en base a su rendimiento "humano" observado por el evaluador humano a lo largo de la vida de ambos. Este proceso de fitness se podría demorar varias vidas humanas, ya que evaluar el efecto de cada cambio por separado podría llevar toda un vida.

Por otro lado, cuando las sociedades humanas disponen de la tecnología y complejidad suficientes para llevar a cabo este proceso, ya se hallan en el apogeo o cenit de su desarrollo fosilista. Habida cuenta pues, de que a partir de ese cenit el colapso subsiguiente implica una pérdida de complejidad severa en el plazo de pocas décadas, se hace inviable el proceso de diseño de un humano artificial, cuyo logro llevaría no menos de varias generaciones humanas.

Lo que ahora se aglutina todo en el cajón desastre de la IA no tiene nada que ver en absoluto con la capacidad de expresar la consciencia. Y todo eso, que supone la piedra angular de la auto-complacencia del tecno-optimismo, no es más que un conjunto muy reducido de piezas del puzle que se han tirado a lo loco encima del tablero de diseño. Sí, hemos desarrollado software para reconocer el habla y la escritura, para el procesado de imágenes, incluso se pueden interpretar artificialmente los gestos faciales para elaborar una respuesta emocional de un robot cuando mira el careto de su dueño haciendo muecas. Pero siguen faltando muchas piezas del puzle y además hay que encajarlas e integrarlas todas en un individuo robot capaz de vivir experiencias y tener recuerdos y emocionarse al sentirse parte de algo. Me temo que nunca se ha dado en el Universo este salto porque las civilizaciones colapsan antes de llegar a hacerlo.

De la misma forma, cuando una civilización dispone de la complejidad y tecnología para poder abandonar su planeta de origen, ya ha alcanzado su cenit fosilista, de manera que ya no puede abordar la empresa de la colonización espacial porque ésta requiere de continuados incrementos de insumos energéticos y de complejidad tecnológica cuando ambos están de hecho en declive. Por eso no hay ni habrá civilizaciones, ni biológicas ni artificiales, que puedan alcanzar nuestro sistema solar. Todas colapsan antes de hacerlo.

Los urbanitas del antropoceno tenemos un deseo irrefrenable "made in hollywood" de entablar contacto con una inteligencia semejante a la nuestra, pero que no sea la nuestra, que sea distinta para que nos complemente y aporte nuevos matices a nuestra ya colmada perfección. O nos gusta la idea de sentirnos dioses ante la posibilidad de crear un ser con inteligencia similar a la humana. Pero no nos damos cuenta de que este anhelo sólo es un producto de la pérdida de identidad relacional. Somos individuos aislados que no nos reconocemos ante el espejo porque para empezar no nos reflejamos en el de al lado. El de al lado solo es alguien a pisotear, a quien arrebatar algo de cuota de estímulos cortoplacistas. Y sentirse dios es otro estímulo cortoplacista más.

Si tan sólo pudiéramos establecer contacto con nuestro propio ser, entenderíamos que el contacto con los demás es lo que nos lleva al conocimiento de un yo infinitamente mejorable, y entenderíamos que mejorar así es lo que reporta más placer a la larga. Uno es mejor sólo porque puede mejorar, o dicho de otra forma, sólo los mejores pueden mejorar, pero para mejorar hay que reconectarse con uno mismo y con la red de vida que tienes cerca.

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