Friday, April 21, 2023

DE HECHICERO A HECHICERO

 

La Noche estrellada de Van Gogh me recuerda la analogía utilizada por David Bohm, "el río de la realidad".


El siguiente texto va dirigido a una persona muy especial que me ha ayudado en mi trayecto por la madriguera del conejo. Aquí tenéis algunos de sus magníficos artículos que he traducido al español en mi blog.

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No estás solo "B".

En mi caso, considero que he seguido un camino similar al tuyo, es más, por el camino he conocido a unos cuantos filósofos que han regresado desde el culto a la ciencia y la tecnología tras haber despertado de la resaca del mito prometeico. Si aún no los conoces, te recomiendo que leas a David Bohm (La totalidad y el orden implicado), a Fritjof Capra (El tao de la física), a Byung-Chul Han (aplica el traductor deepl a este artículo), y a muchos otros que enriquecerán esa faceta creativa y mística que tanto añoramos los antiguos tecno-optimistas reconvertidos a neo-luditas.

Cuando les leo, así como cuando te leo a ti, veo que no estoy solo. Mi mente se piensa a través de la tuya... y todos necesitamos pensarnos a través de los demás, sentir ese vínculo fraternal y creativo entre observador y observado.

Capra, explica cómo en Occidente hemos tenido que propulsar el balón más alto que nunca utilizando todos esos combustibles fósiles para llegar finalmente a un conocimiento (la física cuántica) que nos lleva exactamente donde estaban los filósofos orientales (y también algunos griegos como Heráclito) hace milenios.

Merece especial atención el caso de David Bohm (físico cuántico de los años 60), su Holomovimiento hace palidecer a la Dinámica de Sistemas:

David Bohm, decía que los observables, desde las partículas subatómicas hasta las sociedades, son como remolinos que se pliegan y despliegan constantemente desde el río en eterno fluir. Esto ocurre en todos los sistemas, a todas las escalas. Algunos remolinos son efímeros, otros más persistentes. Algunos son estables, otros se retroalimentan hasta volverse destructivos: un mal pensamiento que se apodera de tu mente, un tornado que arrasa con todo, un sistema económico que nos lleva al abismo...

Según David Bohm, el "orden", es relativo a la escala y al contexto del fenómeno sobre el que se aplica, y siempre tiene dos caras (que como el Yin y el Yang se alternan e interpenetran): un "orden explicado" que se manifiesta ante nuestros sentidos, instrumentos de medida y entendimiento, y otro "orden implicado" que no vemos. A una escala determinada, los remolinos se despliegan (desenvuelven) desde el orden implicado haciéndose visibles en el orden explicado, pero tras un lapso de tiempo (relativo a la escala) se repliegan (envuelven) de nuevo en el orden implicado. Esta alternancia constante de repliegues y despliegues forma trayectorias visibles en el orden explicado, desde la de una partícula subatómica en movimiento hasta la de una sociedad en evolución (véase la Nota).

En "el río de la realidad", los remolinos no se entienden sin el resto del río, y el río no se entiende sin los remolinos...

Siento robarte tanto tiempo, pero creo que disfrutarás leyendo una última nota extraída del libro de pócimas de nuestros primos brujos procedentes de la ciencia:

"la claridad surge de la indecisión compartida (turbiedad compartida)"



Esta frase, que parece un verso taoísta sin sentido, tiene mucho sentido en realidad. Me explico:

Una partícula subatómica, antes de ser observada, está "indecisa" o "turbia", es decir, se encuentra en una superposición de estados, y sólo cuando es observada se define y adquiere un estado particular bien definido. El conocido microscopio de efecto túnel consigue su gran "claridad" aprovechando esta "turbiedad".

Eso si nos fijamos en una partícula aislada. Pero consideremos ahora lo que se conoce como "entrelazamiento cuántico", que se produce cuando dos o más partículas comparten su "indecisión" o "turbiedad" mediante un vínculo instantáneo y no físico que se conserva incluso a enormes distancias. Compartir la "indecisión" significa que si observamos una de las partículas entrelazadas, y ésta se define de una manera, su compañera o el resto de las partículas entrelazadas con ella, reaccionarán (sin ser observadas, sin que nada las altere) definiéndose de una manera completamente coordinada con lo que haya "decidido" hacer la partícula compañera que sí ha sido observada. De ahí que se comparta la "indecisión". Nada ocurrirá al azar, y todo ello sin enviarse señales mutuamente.

Esto se observa en los superconductores a muy baja temperatura, cuando los electrones se coordinan como una bandada de pájaros para evitar obstáculos y fluir sin resistencia. En cierto modo, los electrones, al compartir su indecisión, consiguen fluir de la manera más óptima, consiguen "ver" el mejor camino, la "claridad" surge de la "turbiedad" compartida.

Pero además, la vida, contra todo pronóstico (dada la alta temperatura de sus procesos que lo dificulta), ha aprendido a utilizar el entrelazamiento cuántico en su beneficio:

Las clorofilas de las hojas de plantas y árboles se entrelazan para ayudar a los fotones incidentes a encontrar el mejor camino que les lleve al centro reactivo con la mínima pérdida de energía. Las clorofilas se entrelazan, compartiendo su "turbiedad", para que los fotones obtengan "claridad". El resultado: una eficiencia comparable (ligeramente superior) a la de nuestros paneles solares, pero con un gran matiz que daría la superioridad al reino vegetal si tenemos en cuenta la cantidad de funciones extra (servicios ecosistémicos) que la planta realiza y el panel solar no, y que la planta recoge fotones con materiales abundantes y reciclables, al contrario de cómo lo hacen los paneles solares. El entrelazamiento cuántico permite hacer con simples compuestos de carbono (clorofilas) lo que se ha de hacer con metales preciosos y silicio de grado metalúrgico en los paneles solares sin entrelazamiento.

 



Los electrones de las retinas del ave se entrelazan hasta que el campo magnético terrestre consigue alcanzar a algunos de ellos. El campo magnético hace que esos electrones se definan, lo que desencadena una respuesta coordinada en el resto de los electrones entrelazados que establece un patrón químico que provoca una señal que llega al cerebro del ave, haciéndole "ver" el campo magnético de la Tierra y utilizarlo para orientarse. La "claridad" de la visión del ave procede de la "turbiedad" compartida de los electrones de su retina.

 



Hasta aquí lo comprobado por la ciencia. Pero hay más:

Existen evidencias científicamente fundadas (no definitivas y aún queda mucho camino por recorrer hasta su verificación) de que la consciencia, en los humanos y quizá en otros seres vivos, es un fenómeno orquestado por el entrelazamiento cuántico (véase la teoría Orch OR de Roger Penrose y este revelador artículo). La "claridad" del pensamiento surgiría de la "turbiedad" compartida entre ciertas estructuras moleculares del interior de las neuronas.

 


Por último, David Bohm, muy preocupado por la deriva colapsante de nuestra sociedad industrial, va un paso más allá en la interpretación de estos fenómenos cuánticos, aplicándolos a las posibilidades (hoy tan mermadas) de coordinación y diálogo de las comunidades humanas. En su opinión, es la creciente atomización de los individuos y la endogamia cultural/intelectual lo que aumenta nuestra "turbiedad" individualizada y conduce a una mayor disfuncionalidad individual y colectiva. Él reivindica la necesidad de que emerja una conciencia colectiva ("claridad"), y sostiene que las personas dispuestas al diálogo, la coordinación y la reconexión deberían hacer como los electrones de las retinas de los pájaros: compartir su indecisión o "turbiedad".

Y este ha sido mi trocito de "turbiedad" compartido contigo ..

                                                ... un abrazo, querido brujo

 

 

Nota:

Detrás de toda señal percibida por nuestros sentidos o entendimiento, hay una oscilación periódica, que puede ser entendida en términos de envolvimientos y desenvolvimientos, siendo el período de la oscilación relativo a la escala en que se percibe el fenómeno. Llamamos trayectorias a las marcas que dejan estas oscilaciones en nuestra memoria. Todo desplazamiento y todo proceso tienen un oscilador (o una suma de ellos) detrás.

Bohm dice que "cuando nos parece que un electrón se mueve en el espacio-tiempo, se debe a una serie continua de envolvimientos y desenvolvimientos". Para entender esto podemos recurrir a dos analogías.

La primera de ellas, de la mano del propio Bohm, se basa en un experimento mental a partir de un aparato de flujo reversible laminar, y se explica en detalle en su libro "La Totalidad y el Orden Implicado".

"El aparato consiste en dos cilindros de vidrio concéntricos, con un fluido muy viscoso, como la glicerina, entre ambos cilindros, dispuestos de tal manera que el cilindro exterior puede ir girando muy lentamente, para que la difusión del fluido viscoso sea despreciable. Se coloca una gota de tinta insoluble en el fluido y después se hace girar el cilindro exterior, con el resultado de que la gota se despliega en forma de fina hebra que terminará por hacerse invisible. Cuando se hace girar el cilindro en sentido opuesto, la forma de hebra retrocede y, de pronto, se hace visible una gota que esencialmente es la misma que estaba allí al principio."

"Coloquemos primero una gota, A, en cierta posición y hagamos girar el cilindro n veces. Coloquemos después una gota, B, en una posición ligeramente diferente, y hagamos girar el cilindro n veces más (de tal modo que A haya sido plegada 2n veces). Sigamos colocando después otra gota, C, a lo largo de la línea AB y hagamos girar el cilindro n veces más, de modo que A haya quedado plegada 3n veces, B, 2n veces, y C, n veces. Procederemos así hasta plegar un gran número de gotas. Movamos después el cilindro de manera rápida en dirección opuesta. Si la frecuencia con la que emergen las gotas es más rápida que el tiempo de resolución mínimo para el ojo humano, lo que veremos aparentemente es una partícula que se mueve continuamente y que cruza el espacio."

"Este plegamiento y desplegamiento en el orden implicado proporciona, evidentemente, un modelo nuevo que podrá ser, por ejemplo, el de un electrón, y es bastante diferente del que nos ha proporcionado la noción mecanicista habitual acerca de una partícula que en cada momento sólo existe en una pequeña región del espacio, y que cambia de posición continuamente con el tiempo. Lo que es esencial para este nuevo modelo es que, en lugar de esto, el electrón deberá ser comprendido mediante todo el grupo de conjuntos plegados, que generalmente no están localizados en el espacio. En cada momento dado, uno de ellos puede estar desplegado y, por consiguiente, localizado, pero, en el momento siguiente, éste se plegará para ser reeplazado por el que le sigue. La noción de la continuidad de la existencia es aproximada, porque la rápida recurrencia de formas similares cambia de una manera sencilla y regular (del mismo modo que la rueda de una bicicleta, girando rápidamente, produce más la impresión de un disco macizo que la de una secuencia de radios que giran). Naturalmente, de un modo más fundamental, la partícula es solamente una abstracción que se hace manifiesta para nuestros sentidos. Lo que existe es siempre una totalidad de conjuntos, todos presentes a la vez, en una serie ordenada de etapas de pliegue y despliegue, que en principio se entremezclan e interpenetran mutuamente y por completo a través de la totalidad del espacio y el tiempo."

La segunda analogía, de mi propia cosecha, se basa en algo observado en "El Juego de la vida", un autómata celular diseñado por el matemático británico John Conway en 1970. Las celdas de la retícula cuadrada se activan (vivas) o desactivan (muertas) a partir de una configuración inicial aleatoria, siguiendo un conjunto de reglas muy básico, hasta dar lugar a comportamientos complejos. Si una célula muerta tiene exactamente 3 células vecinas vivas "nace" (es decir, al turno siguiente estará viva). Una célula viva puede morir por sobrepoblación (si tiene más de tres vecinos alrededor) o por aislamiento (si tiene solo un vecino alrededor o ninguno). Una célula se mantiene viva si tiene 2 o 3 vecinos a su alrededor. Esa activación y desactivación de las celdas puede verse como un desenvolvimiento y envolvimiento en el orden implicado. Uno de los fenómenos emergentes es el desplazamiento 'aparente' de algunas estructuras (planeadores) a lo largo del tablero. Aunque lo que se manifiesta ante nuestros sentidos es el movimiento continuo del planeador, en realidad el planeador no existe de manera aislada y lo que se desplaza es una especie de onda de influencia que se propaga de unas celdas a las vecinas.