Saturday, May 30, 2020

EL LEGADO DE LOS DIOSES


 
Nota: El siguiente texto está escrito en clave de hipérbole por motivos literarios y no se corresponde con la ideología del autor.
 
El colapso civilizatorio de la sociedad industrial ya está en curso. El Titánic ya ha chocado contra el iceberg y la civilización actual se va a deshacer por completo. Es posible que la mayor parte de la poca población que quede descienda a niveles paleolíticos tras un colapso que durará siglos. Y cualquier intento por conservar nuestro legado científico cultural será inútil a la larga.

Irónicamente, queda en manos de los mayores verdugos del colapso, las élites corporativas, los super ricos, el testigo de preservar ese legado intelectual. Un precioso legado que sólo fue posible construir a partir de la complejidad emergente de la dominación y el saqueo.

Sólo si estos super ricos consiguen preservar la tecnología, primero en el interior de sus búnqueres en Alaska o Nueva Zelanda, y después, en estaciones espaciales, o en la Luna, o en Marte, tendrá una oportunidad de sobrevivir nuestro legado. Pero si ellos también fracasan, todo se perderá para siempre.

Para conseguirlo, tendrán que quitarnos todo, lo presente y lo futuro, a los pobres, y tendrán que exprimir a la biosfera hasta su último aliento. Y a los pobres sólo nos queda la posibilidad de organizarnos lo mejor posible, desde la base, a nivel local, cooperativo y autogestionado, para alcanzar una resiliencia que nos permita conservar el mayor tiempo posible alguna cuota de legado intelectual y bienestar tecnológico. Pero al final, volveremos al Paleolítico. Metabolizaremos hasta el último gramo de resto tecnológico hasta que no quede ni el recuerdo. Probablemente, perderemos hasta el lenguaje, o gran parte de él quedará en desuso.

Y es esperable que no vuelva a haber en la Tierra un nuevo desarrollo tecnológico, porque lo imposibilitarán el nuevo clima y la no disponibilidad de combustibles fósiles. Estos últimos tardarán más tiempo en reponerse de lo que costará a un mega meteorito alcanzar la Tierra, como el que lo hizo en tiempos de dinosaurios. El único consuelo que nos quedará entonces a los pobres es que desapareceremos en equilibrio permacultor con nuestro planeta y en armonía con nuestros semejantes y con nosotros mismos.

¿Cabe esperar que si, con suerte, los ricos consiguen mantener el legado, sus herederos consigan volver algún día a rescatar a los pocos desarrapados que quedaron en la Tierra? ¿Tendrán capacidad para asimilarnos en su post civilización, o, por el contrario, nos abandonarán a nuestra suerte, o, peor aún, volverán para aprovecharse de nosotros y de los pocos recursos que puedan obtener de una Tierra en lenta recuperación?

¿O a caso correrán peor suerte que nosotros y perezcan en su lucha contra los elementos del cosmos, o enfrentados sin encaje a su nueva transhumanidad? ¿Quizás, con suerte, la tecnología inteligente tome el testigo de la conservación del legado humano cuando no queden ya humanos ni en el Cielo ni en la Tierra?

Nada de esto es relevante ahora para nosotros, los pobres, que amamos con delirio el legado intelectual emergido de nuestra autodepredación. Y nuestra urgencia ahora no puede ser aprender a sobrevivir al colapso para perpetuarnos sin más, independientemente del destino desconectado de los ricos. Y la urgencia de los ricos no puede ser sólo la de salvaguardar su bienestar. Nuestra urgencia común, la de pobres y ricos no puede ser otra que la de proteger, tanto como podamos, el maravilloso conocimiento humano alcanzado.

Con suerte, si los ricos logran aprovechar su ventana de oportunidad y consiguen saquearnos con suficiente eficacia y rapidez, puedan escapar del apagón del colapso y salvaguardar el legado. Y quizás, con suerte, si nosotros los pobres nos esforzamos en seguir recordando quiénes llegamos a ser, transmitiéndolo de generación en generación, y si algún día vuelven los hijos de los super ricos transhumanos a mostrarnos la luz de nuestro legado, sólo quizás entonces, podamos comprender de qué nos hablan y la importancia de su mensaje, el mensaje de los Dioses, el mensaje de nuestros ancestros.

CRECIMIENTO Y COSMOS


[Ciudades terrestres parecen crecer como galaxias. Fuente: https://mx.blastingnews.com/ciencia/2015/01/galaxias-y-crecimiento-urbano-con-un-mismo-patron-de-crecimiento-00236855.amp.html]
 
 
Los gurús del libre mercado alegan en defensa del crecimiento capitalista que, gracias a éste, millones de personas han podido salir de la miseria. ¿Qué se esconde detrás de esta vaga afirmación? En primer lugar, hay que establecer lo que entendemos por "miseria".

A lo largo de la historia han colapsado muchas civilizaciones, siempre de carácter dominador, dejando miseria a su paso. También, el proceso de construcción de una sociedad dominadora o "imperio" implica saqueo, y por tanto, creación de miseria en la medida que unos pueblos se ven desprovistos de su permacultura para verse obligados a depender del sustento vital que les proporciona el imperio saqueador.

El proceso de colonialismo imperial extractivista que devino a la larga en la sociedad de consumo actual comenzó con la conquista del Nuevo Mundo, continuó con las ocupaciones del comienzo de la era industrial y se terminó de afianzar desde el nuevo orden geopolítico emergido de la Segunda Guerra Mundial.

Muchos de los pueblos ocupados habían resurjido de las cenizas del colapso de sus propios antiguos imperios precoloniales y se hallaban de nuevo en estado de permacultura. Muchos otros, nunca antes habían conocido otra cosa que la permacultura. Por último, algunos pueblos fueron pasando por múltiples fases de saqueo que han ido desestructurándolos y minando progresivamente su capacidad de volver a la permacultura tras un colapso.

Son estos últimos pueblos los que han acostumbrado a asentarse en las regiones con mayores recursos estratégicos para el crecimiento imperial de sus saqueadores. Son estos últimos los que se han visto desprovistos de su resiliencia. En ellos ha arraigado el dogmatismo religioso y la cultura materialista impuestas como herramientas de dominación, que han ido sustituyendo y borrando a la cultura de permanencia, dejando a estos pueblos a la merced de dictadores, gobiernos títere o corporaciones. Miseria.

Es cierto que mucha gente, gracias al capitalismo, ha abandonado, normalmente embaucado, coacionado o, sencillamanete a la fuerza, el trabajo en el campo por el trabajo en la mina o en la fábrica. O ha cambiado el yugo del dictador de turno de su país por el yugo de los intereses corporativistas. También es cierto que la población global crece, que los recursos y la capacidad de obtener energía se agotan, que el equilibrio medioambiental que sustenta la vida en la Tierra ya se ha perdido, y que el bienestar prometido por el modelo capitalista requiere mucha energía y extracción, y gran deterioro medioambiental per cápita. De modo que para que, en este juego de suma cero, el capitalismo conceda el bienestar prometido a una sóla persona, salvándola de la "miseria", otras, presentes y futuras, han de pagar por ello.

El capitalismo sólo funciona en una dirección. Extrae de la base para acumularlo en la cúspide. Y la base es adormecida con religión y narcotizada con ocio para evitar su disidencia. Pero, ¿hay algo que justifique tanta injusticia?

El salto desde las antiguas sociedades permacultoras hacia los primeros estados dominadores supuso un aumento creciente de la complejidad a todos los niveles de la organización social: cultural, espiritual, tecnológico, político y urbanístico. Y es este aumento de la complejidad lo que conduce a una economía depredadora y viceversa, la perpetuación de la economía depredadora deviene en aumento de complejidad. No puede haber aumento de complejidad sin aumento de la necesidad de insumos y al revés.

Pero es sólo en el seno de esta complejidad creciente que se hace posible el desarrollo de las matemáticas avanzadas, y de la música y el arte exquisitos. Sin esta complejidad no habría sido posible el desarrollo científico e intelectual. Nada de esto ha mejorado realmente nuestras vidas, ni ha sacado a nadie de la miseria, como alegan los gurús del mercado. Sin embargo, nos ha capacitado para definir nuestra "humanidad".

El cosmos tiende irremediablemente, y caiga quien caiga, hacia la configuración de sistemas de gran complejidad en un intento por comprenderse a sí mismo. Porque, hasta que no se recita "la verdad", nada existe realmente. Porque, hasta que no comprendemos el dolor que ha sido necesario infligir para alcanzar el cielo, no podemos entender que era necesario alcanzarlo para SER HUMANOS.

Pero, para que los sistemas puedan volverse complejos se ha de convertir mucha energía útil en energía inútil, y el balance neto en la evolución del cosmos es siempre hacia entropía creciente, hacia el aumento del caos, hacia la disminución de las posibilidades de ordenar sistemas. Al final ya no quedará energía útil para permitir que existan sociedades complejas, ni la vida, ni tan siquiera átomos. De modo que toda nuestra complejidad actual tampoco durará para siempre.

De hecho, el destino probable del universo es el cese total de interacción entre partículas, la congelación total, la máxima entropía y la nula computación de información. Y cuando en el universo ya no se recite ninguna verdad porque todo ya haya sido recitado, y el tiempo se congele, lo que sería deseable, es que se generase espontáneamente un nuevo comienzo. Sería la singularidad donde se pasara de máximo caos (todas las verdades recitadas) a máximo orden (todas las verdades por recitar). Sería deseable que, pese a que el universo en su proceso de auto comprensión crezca en ESPIRAL, con constantes saltos hacia adelante, en su dinámica de nacimiento, crecimiento, muerte y nacimiento de nuevo, fuera, por siempre, un CIRCULO infinito.