Monday, June 28, 2021

COCINANDO NUEVOS MITOS

 

[El Juego de la vida de Conway demuestra que incluso a partir  de un conjunto muy simple de leyes pueden emerger estructuras autorreplicantes y características análogas a las de la vida inteligente]


Si somos parte Gaia, y parte individuos, la autoconsciencia pasa por saberse parte individuo, pero también saberse parte de Gaia. Pero, ¿cómo hacerlo de manera que nos podamos deshacer de esa "dualidad imaginada"? Para lograrlo, el observador se ha de colocar en el centro del fractal gaiano: cuando observa su propio sistema, está mirando al fractal hacia dentro, y cuando observa a Gaia, está observando el fractal hacia fuera, pero la estructura observada se conserva tanto hacia dentro como hacia fuera. Y una vez visto así, ni siquiera hay "dentro" o "fuera".

El objeto de la "meditación" no es "sublimar al ser", en el sentido de trascender al cuerpo (a Gaia en definitiva). Este sería el uso afianzado durante la era axial por parte de la mayoría de religiones. Solo algunas pocas tradiciones (budismo, taoísmo) se han aproximado a la visión de que la observación del propio cuerpo podría actuar como revulsivo para re-aprender a funcionar como canales de comunicación directa con Gaia.

Inventemos una receta. Propongo unos ingredientes y que cada cual vea cómo emulsionarlos:

"A su vez, pueden emerger niveles con cualidades distintas, por ejemplo, la autoconciencia de algunos mamíferos y aves, que termina siendo un salto de nivel que escapa ya a la biología (la psicología sería una emergencia de la biología, al igual que la biología es una emergencia de la química): física-biología-psicología, o física-biología-música, en cada escala interna de la realidad emergen propiedades complejas, hay jerarquías anidadas en otras jerarquías (así, la biología tiene una evolución de jerarquías, pero el universo tiene evolución jerárquica dentro de cada jerarquía)." [Carlos de Castro, "Reencontrando a Gaia", 2019, páginas 93:94].

"Antes de la era axial, los objetos se describían lingüísticamente según su actividad. Con el inicio de la era axial, el énfasis se pone en los atributos estáticos de los objetos, omitiendo referencias a procesos orgánicos. En otras palabras, tuvo lugar una cosificación en la que las mentalidades (como por ejemplo la ética) se alejaron del discurso basado en el contexto para ir hacia una orientación más abstracta y descontextualizada. [...] Una relación personal y directa con una realidad espiritual suprema fue un fenómeno que ratificó el colapso de la comunidad. El desarrollo de la identidad religiosa del individuo, en contraposición al lugar que éste ocupa dentro de la tribu y el mundo natural, era característico de la conciencia axial. La personalización de un viaje espiritual y un distanciamiento del mundo terrenal moldearon sucesivamente las sociedades humanas. Estas innovaciones negaron y suprimieron las tradiciones indígenas, a la vez que implícitamente fomentaron la ilusión de estar huyendo de la civilización. La trasformación interior y su 'camino ascendente' derivaron en un divorcio entre espíritu y cuerpo, el nirvana separado del samsara. La alienación mediante el yoga, el ascetismo negador de la existencia, etc., eran profundamente duales, prácticamente sin excepción. [...] El taoísmo también formó parte de esta era de convulsión, ofreciendo un camino de distanciamiento y misticismo, pero a la vez conservando trazas de las tradiciones espirituales animistas. De hecho, el taoísmo primitivo era una religión activista, con algunos de sus 'rebeldes legendarios' involucrados en la resistencia contra las nuevas tendencias estratificadoras, a favor de restablecer una Edad de Oro sin clases."
[John Zerzan, "El Crepúsculo de las Máquinas", 2016, "El férreo control de la civilización: la era axial" (capítulo 4)].

"Así, desde la revolución cognitiva, los sapiens han vivido en una realidad dual. Por un lado, la realidad objetiva de los ríos, los árboles y los leones; y por otro, la realidad imaginada de los dioses, las naciones y las corporaciones. A medida que pasaba el tiempo, la realidad imaginada se hizo cada vez más poderosa, de modo que en la actualidad la supervivencia de ríos, árboles y leones depende de la gracia de entidades imaginadas tales como dioses, naciones y corporaciones. [...] En consecuencia, desde la revolución cognitiva Homo sapiens ha podido revisar rápidamente su comportamiento de acuerdo con las necesidades cambiantes. Esto abrió una vía rápida de evolución cultural, que evitaba los embotellamientos de tránsito de la evolución genética. Acelerando a lo largo de esta vía rápida, Homo sapiens pronto dejó atrás a todas las demás especies humanas y animales en su capacidad de cooperar. [...] en un mismo ambiente los animales de la misma especie tienden a comportarse de manera similar. Los cambios importantes en el comportamiento social no pueden darse en general sin mutaciones genéticas. Por ejemplo, los chimpancés comunes tienen una tendencia genética a vivir en grupos jerárquicos encabezados por un macho alfa. Una especie de chimpancés estrechamente emparentada, los bonobos, viven por lo general en grupos más igualitarios dominados por alianzas entre hembras. Las hembras de chimpancé común no pueden tomar lecciones de sus parientas bonobos y organizar una revolución feminista. Los machos de chimpancé no pueden reunirse en una asamblea constituyente para abolir el cargo de macho alfa y declarar que a partir de ahora todos los chimpancés tendrán que ser tratados como iguales. Estos cambios espectaculares de comportamiento solo se darían si algo cambiara en el ADN de los chimpancés. Por razones similares, los humanos arcaicos (previos al sapiens) no iniciaron ninguna revolución. Hasta donde podemos decir, los cambios en los patrones sociales, la invención de nuevas tecnologías y la colonización de hábitats extraños resultaron de mutaciones genéticas y de presiones ambientales más que de iniciativas culturales. Esta es la razón por la que a los humanos les llevó cientos de miles de años dar estos pasos. [...] Sin una capacidad para componer ficción, los neandertales eran incapaces de cooperar de manera efectiva en gran número, ni pudieron adaptar su comportamiento social a retos rápidamente cambiantes. [...] el cazador-recolector medio tenía un conocimiento más amplio, más profundo y más variado de su entorno inmediato que la mayoría de sus descendientes modernos. Hoy en día, la mayoría de las personas de las sociedades industriales no necesitan saber mucho acerca del mundo natural para sobrevivir. ¿Qué es lo que uno necesita saber realmente para arreglárselas como ingeniero informático, agente de seguros, profesor de historia u obrero de una fábrica? Necesitamos saber mucho acerca de nuestro minúsculo campo de experiencia, pero para la inmensa mayoría de las necesidades de la vida nos fiamos ciegamente de la ayuda de otros expertos, cuyos propios conocimientos están asimismo limitados a un diminuto campo de pericia. El colectivo humano sabe en la actualidad muchísimas más cosas de las que sabían las antiguas cuadrillas. Pero a nivel individual, los antiguos cazadores-recolectores eran las gentes más bien informadas y diestras de la historia. Existen algunas pruebas de que el tamaño del cerebro del sapiens medio se ha reducido desde la época de los cazadores-recolectores. En aquella época, la supervivencia requería capacidades mentales soberbias de todos. Cuando aparecieron la agricultura y la industria, la gente pudo basarse cada vez más en las habilidades de los demás para sobrevivir, y se abrieron nuevos 'nichos para imbéciles'. Uno podía sobrevivir y transmitir sus genes nada especiales a la siguiente generación trabajando como aguador o como obrero de una cadena de montaje. Los cazadores-recolectores dominaban no solo el mundo circundante de animales, plantas y objetos, sino también el mundo interno de sus propios cuerpos y sentidos. Escuchaban el más leve movimiento en la hierba para descubrir si allí podía acechar una serpiente. Observaban detenidamente el follaje de los árboles con el fin de descubrir frutos, colmenas y nidos de aves. Se desplazaban con un mínimo de esfuerzo y ruido, y sabían cómo sentarse, andar y correr de la manera más ágil y eficiente. El uso variado y constante de su cuerpo hacía que se hallaran en tan buena forma como los corredores de maratón. Poseían una destreza física que la gente de hoy día es incapaz de conseguir incluso después de años de practicar yoga o taichi."
[Yuval Noah Harari, "Sapiens, de animales a dioses", 2016, páginas 46:49, 65:66]

Si "la psicología sería una emergencia de la biología", la tendencia del Cosmos (al menos en su etapa actual) es a desarrollar sistemas autoperceptivos. Para bien o para mal, el Homo sapiens, desarrolló la capacidad de observar además realidades imaginadas (mitos), y así, creó el ego, creó el cuerpo, y creó la barrera entre ambos. Mientras Homo sapiens no mute, su única opción como especie es aprender a dar un uso útil a su capacidad genética de imaginar realidades. Imaginemos pues que podemos ver el Cosmos dentro de una gota de agua, o dentro de nosotros. Para mí, la siguiente emergencia sistémica o evolución jerárquica es que la autopercepción del individuo equivalga a la autopercepción del propio Cosmos. Las neuronas transfieren su telos al cerebro para lograr que éste se autoperciba, pero el Cosmos (¿Gaia?), ¿transfiere telos hacia los seres pensantes para poder autopercibirse?

¿Tendrán que pasar decenas de miles de años hasta que consigamos deshacernos de esos "genes de idiota" antes de poder disponer de una nueva oportunidad para dar un buen uso a nuestra capacidad de imaginar realidades? ¿Realmente podemos evolucionar sin tener que dar un paso atrás, o hemos tocado techo y estamos abocados a retroceder hasta encontrar de nuevo el punto óptimo para después acabar tropezando nuevamente con los mismos obstáculos?

Estamos poniendo el foco en la necesidad de cambiar los mitos, pero quizás el problema no sea tanto qué mitos en concreto, como más bien la acumulación excesiva de ellos a lo largo de la historia y la consiguiente sobredosis de domesticación que tanto condiciona y limita nuestra relación con nosotros mismos y con el resto de Gaia. El proceso pasará por una inicial pérdida masiva de mitos (colapso) para posteriormente dar paso a una fase de recomposición de mitos, y ahí es donde se tendrá que ver si podemos hacerlo mejor que la última vez. No sabemos cuánto recordaremos de los errores pasados cuando llegue ese momento, por eso, ¿habría que empezar a decrecer en sobremitificación y a germinar los nuevos mitos ya, antes de que perdamos la memoria?

¿Es nuestra visión histórica, nuestra visión del pasado, otro mito más, otra realidad imaginada? ¿Puede ser en ese caso un mito útil y necesario para tomar las riendas de nuestro destino? ¿O por el contrario, es la ruptura total con todo lo que nos condicione, incluida nuestra visión histórica, lo único que puede darnos una verdadera oportunidad?

Algo quiere emerger de esta receta improvisada, pero sigo hecho un verdadero lío ... Cualquier receta o algoritmo que imaginemos fallará en la medida que lo veamos como un conjunto de pasos para alcanzar un objetivo concreto. Pero si desplazamos el foco de atención a la realización y disfrute del paso en sí mismo, puede que podamos aprender a deshacernos de nuestra necesidad de sublimarnos (necesidad emergida como respuesta al vacío existencial civilizatorio).

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