Friday, October 16, 2020

ESTO NO VA DE TENER LA RAZÓN

 

[Imagen de Quino (Mafalda)]

 

El objetivo del ser humano cuando defiende sus razones no es tener la razón.

La razón nos sirve para aproximarnos a la realidad, pero siempre es una pequeña parte de la realidad la que se observa, además la realidad siempre se percibe a una escala concreta y nuestra percepción siempre es acotada y limitada o dirigida por los factores que desencadenan el acto de percibir y analizar la realidad.

La razón siempre se pone en marcha motivada por algún mecanismo fisiológico, y aunque formalmente el acto de razonar pueda estar libre de subjetividades, ese mecanismo fisiológico que desencadena el razonamiento condiciona qué escala y parcela de la realidad observamos y cuánto nos aproximamos a ello.

Por tanto, el objetivo último del ser humano cuando explica su modelo de la realidad no es tener la razón, sino satisfacer el mecanismo fisiológico que desencadena el razonamiento. Entonces, ¿por qué queremos tener razón? Bueno, el autoconvencimiento de que el intento de aproximación a la realidad ha sido exitoso refuerza la satisfacción del mecanismo fisiológico que desencadena el razonamiento. Además, si el modelo de uno convence a uno, es probable que pueda convencer a otros, y si convence a otros convence a uno.

Los mecanismos fisiológicos que desencadenan la razón pueden ser diversos, pero me gustaría centrarme en uno que creo que es crucial para entender la lucha de razones que se está produciendo actualmente a raíz de nuestro colapso civilizatorio. Me estoy refiriendo a la necesidad fisiológica que siente una persona de mitigar su dolor emocional. Sí, razonamos y pensamos para resolver los problemas que nos provocan dolor.
 
Se puede sufrir por lo inmediato, por ejemplo, ¿quedará papel higiénico mañana en las estanterías del súper? Pero también se puede sufrir por lo futuro, por ejemplo, ¿qué futuro les espera a mis hijas o a mis nietas? ¿y a las nietas de mis nietas?

Se puede sufrir por lo propio, por una molestia física personal, como el hecho de tener que fregar los platos, o que no puedas coger un avión para ir a Bali porque el precio del billete ya se te va de presupuesto, o porque te han diagnosticado cáncer. Pero también se puede sufrir por lo ajeno, al pensar en el dolor que vive a diario la gente del tercer mundo desde que les colonizamos y desde que alteramos su clima con las emisiones del primer mundo.

Cuando uno sufre por no poder comprarse el mejor coche o la mejor casa, o por no poder frecuentar los lugares más guais del planeta, su razón le lleva a buscar las vías para conseguirlo, su razón le dice que el sistema es bueno porque permite que existan esas vías, y su razón le dice que un sistema que se rige por la suma de egoísmos es el que permite que la cultura, la tecnología, y el bienestar en definitiva, aumenten, al principio sólo para los que depredan, pero a la larga todos se benefician.

Este tipo de personas rechazan de pleno la posibilidad de que las vías proporcionadas por este sistema para mitigar su dolor se estén desmoronando. Pero las vías que permiten progresar a uno creyendo que no va a tener que asumir los costes derivados de hacerlo están cada vez menos al alcance de cualquiera. Y entonces razonan: la evolución está seleccionando a los mejores para el nuevo futuro, y yo soy el puto amo, el futuro es mío, pero porque me he esforzado, nadie me ha regalado nada, todos nacemos con circunstancias que nos lastran en la vida, pero si no las superas y prosperas es porque tu genética del esfuerzo falla, o porque eres negativo y pesimista, y estás condenado. La naturaleza (no nosotros) está apretando el nudo de la corbata y solo los que se esfuerzan lo suficiente pasarán la prueba. Y por supuesto, si al final el nudo de la corbata les ahoga también a ellos, a pesar de haberse esforzado, siempre hay un enemigo al que culpar de ello: la naturaleza apretaba, y eso podía asumirlo, pero algún indeseable me ha apretado de más.

Estas personas, por su falta de cultura, no entienden que todo lo que consiguen y tienen en esta vida es gracias a que se apoyan en hombros de gigantes. Sin el conocimiento y las infraestructuras adquiridas durante siglos, sin el concurso de millones de agentes cada uno aportando su granito en la cadena productiva de la megamáquina, sin las relaciones de dominación establecidas a lo largo de la historia, su esfuerzo solo les serviría para poco más que mantenerse con vida.

También están los que sufren porque aman la tecnología y se resisten a aceptar que no podamos seguir doblegando con ella a la naturaleza. Sueñan con trascender su propia materia y condición biológica. Adolecen de una falta de visión sistémica muy grave y piensan que el PROBLEMA del mundo se reduce a una simple suma de subproblemas técnicamente resolubles de forma aislada. Su razón les lleva a pensar que la razón no tiene límites.

Este tipo de personas aman la ciencia, pero su pensamiento científico se circunscribe sólo a su campo de acción. Les estimula resolver problemas de su campo y dan por sentado que su resolución siempre implica pasar de una situación menos idónea a otra más buena, porque niegan que hacer algo tan bueno y bello como resolver un problema lógico-mecánico (matemático en esencia) pueda acarrear algo negativo.

Estas personas, por su falta de visión sistémica y su falta de formación multidisciplinar, debido al ensimismamiento en su campo, no entienden que, tras haberse sobrepasado el cenit de las energías fósiles, las energías renovables no van a evitar que sigamos decreciendo cada año un poquito más. No entienden que, para acercarnos al objetivo de emisiones de GEI casi nulas, el parque renovable existente, y por tanto nuestra energía disponible, deberá ser de muy baja escala, porque instalar y mantener un parque gigantesco implica extraer, degradar y emitir GEIs a marchas forzadas. Es normal, les duele ver que algo que funciona tan bien en su escala y contexto apropiados no sirva para sostener nuestra megamáquina, ni tan siquiera para evitar que se desmorone. Y para evitar ese dolor simplifican el problema y dirigen su razón hacia un idílico lugar donde ya no les duele. Recaban cuantos datos necesitan, hacen sus números y, ¡voilà! ¡les sale!

Por último están los que sufren por el dolor pasado, presente y futuro de la especie humana. Ven que ese dolor supera al dolor que se siente por no tener abundancia material. Ven que ese dolor es mayor que el que se siente cuando uno ve que la ciencia por bella y potente que sea no sirve para poder seguir creciendo ni tan siquiera para mantener lo que tenemos. Sufren porque ven que hay muy pocos como ellos, y que siendo tan pocos no van a conseguir evitar un colapso tan profundo que minará la capacidad de asistencias mínimas vitales de nuestro sistema, como la sanidad, la alimentación o el agua potable.

Por eso esta gente trata de mirar al bosque en su conjunto, renunciando a la tentación del árbol. Su razón les lleva a concluir que la mejor forma de paliar su dolor es aceptando que hay que tener menos cosas, muchas menos, para poder mantener las importantes, o, incluso, para poder adquirir nuevas posesiones inmateriales que vengan a cubrir el hueco dejado por las materiales.

Y esta gente quiere tener razón y convencerse y convencer, porque saben que si no convencen estamos perdidos.

El resto de gentes que razonan sobre estos temas no necesitan hacerlo para convencer, ya que son mayoría y todos están de acuerdo en sus planteamientos. Lo hacen para reforzar su autoconvencimiento y con la única intención de evitar perder adeptos en sus filas. Vamos, que la función de su razonamiento es de refuerzo de algo que ya ha sido aprendido a fuego. No es una función iluminadora o renovadora.

Entonces, no razonamos porque tengamos razón, aunque queramos tenerla. Razonamos porque hay algo que nos duele y necesitamos remediarlo. Y si el dolor que hay que aliviar supone arreglar algo increíblemente difícil de arreglar, el despliegue de nuestro razonamiento tendrá que ser enorme, en consonancia con el reto. Pero si el dolor se pasa comprando un coche o creyendo en cuentos de hadas tecnológicos, no voy a necesitar mucho razonar para lograr quitarme el dolor.

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