Los físicos están hechos de átomos. Un físico es un intento de un átomo de entenderse a sí mismo
Michio Kaku
No, qué va... Es el átomo el que está hecho por físicos. Todo objeto corpóreo que no experimente difracción al atravesar la doble rendija, no está compuesto de átomos. Hay moléculas grandes como los fullerenos que sí difractan, es decir, crean un patrón de interferencias al atravesar la doble rendija. Pero aunque puedas hacer una foto a gran resolución sobre un objeto más grande que un fullereno, como una pepita de oro, donde se vea que es un agregado de "bolitas", no puedes decir que esas "bolitas" sean "átomos", al menos no en el sentido de la teoría cuántica, ya que esas bolitas nunca difractan en el estado corpóreo que constituye esa pepita de oro.
La conclusión es que esa pepita de oro no es un agregado de átomos cuánticos y es mucho más que un agregado de "bolitas". Ese "mucho más" denota un vacío ontológico que la sociedad moderna se acostumbró a ignorar al confundir la realidad corpórea con el mundo físico o matematizable, al confundir "el terreno" con "el mapa" que usamos para guiarnos a través de ese terreno. Es como confundir una manzana con una esfera matemática a la que le asignamos atributos observables como la masa, densidad, rugosidad, etc.
Supongamos ahora que podemos "mirar" con un microscopio más potente una de las "bolitas" con mucho más detalle, sin separarla de su pepita de oro, y que con ese instrumento podemos medir sobre la bolita un observable cuántico. De esto, en principio podríamos inferir que la bolita sí se comporta como un átomo cuántico, y por tanto, que la pepita de oro es un agregado de átomos cuánticos. Pero no podemos. ¿Por qué? Porque el instrumento de medida está hecho para medir un observable concreto. Si el observable corresponde a un modelo de onda, como la frecuencia, inferiremos que la bolita es onda, si el observable corresponde a un modelo de partícula, como la masa o espín, inferiremos que la bolita es partícula. A la escala de observación de la bolita, la bolita está "indecisa", no sabe si ser onda o partícula, y es nuestra observación la que determina su actualización, la realidad de lo observado, pero esa determinación no puede transferirse al resto de la pepita de oro. La pepita de oro no es un mero agregado de sistemas "indecisos" esperando a ser determinados por nuestra observación. La pepita de oro ya está determinada antes de que la observemos.
La física cuántica dice que esa determinación a priori de la pepita de oro es resultado de una tendencia en el cosmos hacia la mínima acción, de manera que las "indecisiones" más alejadas del mínimo de acción acaban discrepando hasta anularse, mientras que las "indecisiones" próximas al mínimo se refuerzan, dando lugar a la apariencia y comportamientos clásicos del objeto corpóreo, que puede así ocupar una posición definida o seguir trayectorias clásicas.
La física entiende esa determinación como el resultado de una suma o agregado de indecisiones ordenado de cierta manera. Pero esto es tan sólo decir que el cosmos se comporta de manera ordenada, describir ese orden, pero no explicar en absoluto por qué el cosmos elige ese orden. Y es lo único que puede hacer la física. Encontrar el orden para anticipar resultados, pero no explicar para nada por qué existe ese orden concreto. Para indagar en el porqué hay que mirar a planos de ontología superior, más allá del nivel matematizable o físico.
Los físicos dicen que la luz recorre todos los caminos posibles, y que si el ángulo de incidencia de la luz cuando es proyectada sobre una superficie, coincide con el ángulo de reflexión, es porque los caminos alejados de la mínima acción se anulan y los que están próximos se refuerzan.
Al final, ese hecho permite que veamos la vida con la mayor belleza posible, de la mejor manera posible. No
quiero pensar lo mal que se vería todo si la luz no se reflejara en las
cosas de esa manera simétrica. Tampoco creo que ningún ojo hubiera sido
capaz de adaptarse a un entorno de imágenes turbias y entremezcladas y conseguir sacar de ahí algún orden. El orden ya viene por diseño.
Muchos físicos objetarían que en realidad hay múltiples universos, la mayoría de los cuales colapsan en sus primeros microsegundos de vida porque no vienen con la ley de mínima acción incorporada, es decir, que esa ley sería algo producto del azar ocurrido en una especie de olla de cocción de universos. Sinceramente, me parece más plausible y sano creer en Dios y en el diseño inteligente que en esa olla de cocer universos...
Yo creo que esa tendencia del cosmos a la mínima acción responde a la necesidad de que el mundo corpóreo sea el mejor teatro posible, con la mejor puesta en escena posible, para que así los dioses la puedan admirar desde la eternidad a través de nuestra mirada. Por tanto, corrijamos ya el error (o su estrechez de miras) en la cita con la que iniciamos el post:
No es que el cosmos haya dado lugar a una conciencia para verse a sí mismo, es que la conciencia se replica a sí misma dando lugar a seres inteligentes capaces de destilar esa conciencia.
Como dice Juan Arnau parafraseando a su maestro Berkeley, "Ser" es "percibir". De lo que se infiere que el universo "Es" para ser percibido, y como el "Ser" es perfecto en su esencia, la percepción debe ser de la mejor manera posible, por eso los físicos han observado el orden de la mínima acción como un principio fundamental y ubicuo en el cosmos.
Mirar la vida como si "otro" mirara a través tuyo. ¿Qué más da si ese "otro" es Dios, los dioses, Purusha, Brahman, etc? Lo importante es el canal que se crea cuando otro mira a través de ti, haciendo que por un momento no sea tu personaje el que lleva el timón, un canal que nos aleja momentáneamente del peso de la supervivencia, del resentimiento, de la frustración, de la melancolía (el pasado), del deseo, de la avaricia (el futuro), y nos acerca al presente, es decir, a la eternidad, a la totalidad. Nos aleja por un momento de nuestra química cerebral, nuestros límites corpóreos, tan necesarios para sobrevivir, y nos acerca a regiones no físicas de nuestro Ser, un Ser que no es nuestro pero Es de todos, desplegándose por un momento ante nuestra percepción aquello que suele permanecer plegado.
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