Thursday, September 25, 2025

EL ERROR EN LA CITA

Los fullerenos, moléculas de sesenta átomos de carbono con forma de balón de fútbol, también proyectan un patrón de interferencias al atravesar la doble rendija, como si fueran una onda, igual que los fotones y electrones. ¿Hasta dónde se extrapola el comportamiento dual onda/partícula? ¿Cuál es el límite? ¿Por qué nosotros no nos comportamos como onda?

 

Los físicos están hechos de átomos. Un físico es un intento de un átomo de entenderse a sí mismo

Michio Kaku


No, qué va... Es el átomo el que está hecho por físicos. Todo objeto corpóreo que no experimente difracción al atravesar la doble rendija, no está compuesto de átomos. Hay moléculas grandes como los fullerenos que sí difractan, es decir, crean un patrón de interferencias al atravesar la doble rendija. Pero aunque puedas hacer una foto a gran resolución sobre un objeto más grande que un fullereno, como una pepita de oro, donde se vea que es un agregado de "bolitas", no puedes decir que esas "bolitas" sean "átomos", al menos no en el sentido de la teoría cuántica, ya que esas bolitas nunca difractan en el estado corpóreo que constituye esa pepita de oro.


Imagen de superficie de oro tomada por microscopio de efecto túnel.



La conclusión es que esa pepita de oro no es un agregado de átomos cuánticos y es mucho más que un agregado de "bolitas". Ese "mucho más" denota un vacío ontológico que la sociedad moderna se acostumbró a ignorar al confundir la realidad corpórea con el mundo físico o matematizable, al confundir "el terreno" con "el mapa" que usamos para guiarnos a través de ese terreno. Es como confundir una manzana con una esfera matemática a la que le asignamos atributos observables como la masa, densidad, rugosidad, etc.

Supongamos ahora que podemos "mirar" con un microscopio más potente una de las "bolitas" con mucho más detalle, sin separarla de su pepita de oro, y que con ese instrumento podemos medir sobre la bolita un observable cuántico. De esto, en principio podríamos inferir que la bolita sí se comporta como un átomo cuántico, y por tanto, que la pepita de oro es un agregado de átomos cuánticos. Pero no podemos. ¿Por qué? Porque el instrumento de medida está hecho para medir un observable concreto. Si el observable corresponde a un modelo de onda, como la frecuencia, inferiremos que la bolita es onda, si el observable corresponde a un modelo de partícula, como la masa o espín, inferiremos que la bolita es partícula. A la escala de observación de la bolita, la bolita está "indecisa", no sabe si ser onda o partícula, y es nuestra observación la que determina su actualización, la realidad de lo observado, pero esa determinación no puede transferirse al resto de la pepita de oro. La pepita de oro no es un mero agregado de sistemas "indecisos" esperando a ser determinados por nuestra observación. La pepita de oro ya está determinada antes de que la observemos.

La física cuántica dice que esa determinación a priori de la pepita de oro es resultado de una tendencia en el cosmos hacia la mínima acción, de manera que las "indecisiones" más alejadas del mínimo de acción acaban discrepando hasta anularse, mientras que las "indecisiones" próximas al mínimo se refuerzan, dando lugar a la apariencia y comportamientos clásicos del objeto corpóreo, que puede así ocupar una posición definida o seguir trayectorias clásicas.

La física entiende esa determinación como el resultado de una suma o agregado de indecisiones ordenado de cierta manera. Pero esto es tan sólo decir que el cosmos se comporta de manera ordenada, describir ese orden, pero no explicar en absoluto por qué el cosmos elige ese orden. Y es lo único que puede hacer la física. Encontrar el orden para anticipar resultados, pero no explicar para nada por qué existe ese orden concreto. Para indagar en el porqué hay que mirar a planos de ontología superior, más allá del nivel matematizable o físico.

Los físicos dicen que la luz recorre todos los caminos posibles, y que si el ángulo de incidencia de la luz cuando es proyectada sobre una superficie, coincide con el ángulo de reflexión, es porque los caminos alejados de la mínima acción se anulan y los que están próximos se refuerzan.


La luz reflejada siguiendo todos los caminos posibles según Richard Feynman. Al final, lo que vemos es que el ángulo de incidencia coincide con el de reflexión, es decir, sólo "sobreviven" los caminos que inciden cerca del punto G.


Al final, ese hecho permite que veamos la vida con la mayor belleza posible, de la mejor manera posible. No quiero pensar lo mal que se vería todo si la luz no se reflejara en las cosas de esa manera simétrica. Tampoco creo que ningún ojo hubiera sido capaz de adaptarse a un entorno de imágenes turbias y entremezcladas y conseguir sacar de ahí algún orden. El orden ya viene por diseño.

Muchos físicos objetarían que en realidad hay múltiples universos, la mayoría de los cuales colapsan en sus primeros microsegundos de vida porque no vienen con la ley de mínima acción incorporada, es decir, que esa ley sería algo producto del azar ocurrido en una especie de olla de cocción de universos. Sinceramente, me parece más plausible y sano creer en Dios y en el diseño inteligente que en esa olla de cocer universos...

Yo creo que esa tendencia del cosmos a la mínima acción responde a la necesidad de que el mundo corpóreo sea el mejor teatro posible, con la mejor puesta en escena posible, para que así los dioses la puedan admirar desde la eternidad a través de nuestra mirada. Por tanto, corrijamos ya el error (o su estrechez de miras) en la cita con la que iniciamos el post:

 

No es que el cosmos haya dado lugar a una conciencia para  verse a sí mismo, es que el propio cosmos es pura conciencia que se replica a sí misma dando lugar a seres inteligentes capaces de destilar esa conciencia.


Como dice Juan Arnau parafraseando a su maestro Berkeley, "Ser" es "percibir". De lo que se infiere que el universo "Es" para ser percibido, y como el "Ser" es perfecto en su esencia, la percepción debe ser de la mejor manera posible, por eso los físicos han observado el orden de la mínima acción como un principio fundamental y ubicuo en el cosmos.

Mirar la vida como si "otro" mirara a través tuyo. ¿Qué más da si ese "otro" es Dios, los dioses, Purusha, Brahman, etc? Lo importante es el canal que se crea cuando otro mira a través de ti, haciendo que por un momento no sea tu personaje el que lleva el timón, un canal que nos aleja momentáneamente del peso de la supervivencia, del resentimiento, de la frustración, de la melancolía (el pasado), del deseo, de la avaricia (el futuro), y nos acerca al presente, es decir, a la eternidad, a la totalidad. Nos aleja por un momento de nuestra química cerebral, nuestros límites corpóreos, tan necesarios para sobrevivir, y nos acerca a regiones no físicas de nuestro Ser, un Ser que no es nuestro pero Es de todos, desplegándose por un momento ante nuestra percepción aquello que suele permanecer plegado.

 

Friday, September 5, 2025

EN BUSCA DE DIOS

 

Icono circular usado por Wolfgang Smith para representar su cosmología tripartita.

 

Este post tiene el propósito de recoger una respuesta a un artículo de la revista 15/15\15 que reinterpretaba de manera brillante el mito de Casandra, que cuenta cómo Apolo le otorga el poder de ver el futuro a condición de que se una a él carnalmente. Como Casandra finalmente no se une a Apolo, éste le castiga con la maldición de nunca ser escuchada por los hombres cuando ella profetizara algo.

El artículo plantea la metáfora de que Casandra representa a los científicos y activistas eco-sociales que nos advierten de la cruda realidad del colapso en curso. Y el autor se pregunta por qué nadie les escucha.

La brillante reinterpretación del mito consiste en que para poder adquirir un don que no es de este mundo terreno, hay que ligarse espiritualmente a un mundo más allá del terreno (el autor lo llama 'el inframundo'), no se puede pretender tener el poder y seguir atado al mundo terreno de la misma forma que antes. De manera que lo que pide Apolo es esa unión espiritual, y no una unión carnal como se interpreta desde la visión moderna del mito.

Así, el autor del artículo reivindica la construcción de una dimensión espiritual por parte de los activistas eco-sociales con el propósito de conseguir hacer llegar su mensaje al mundo.

Mi respuesta fue motivada porque me pareció que el autor quería aproximarse sin conocerla a una cosmovisión que recientemente conocí gracias al filósofo Wolfgang Smith y que para mí en especial ha supuesto una auténtica metanoia. Este autor, además de físico y gran conocedor de la teoría cuántica, fue catedrático de matemáticas en el MIT y un erudito en filosofía y religiones. Su obra supone una gran crítica, brillantemente fundamentada, a la arrogancia y estrechez de miras del cientifismo moderno. Muchos le criticarán por algunas de sus posturas más excéntricas y radicales, como el geocentrismo, pero yo prefiero no juzgar a la gente por sus errores y sí por sus aciertos. Somos humanos y para acertar hay también que errar.

A continuación la respuesta...

 

*    *   


Gracias por las reflexiones Gil Manuel. Buenísima la recuperación de una interpretación más profunda y auténtica del mito de Casandra. Está claro que la modernidad ha tergiversado todo el conocimiento perenne del que disponíamos.

Está claro también que lo que sugieres como imperativo es un cambio radical de Zeitgeist, de cosmovisión general, un cambio de Weltanschauung (como dice mi filósofo actual de cabecera Wolfgang Smith), un cambio que devuelva a lo espiritual su lugar perdido. Pero esa unión espiritual con Apolo haciendo uso del 'inframundo' es lo que llevan buscando todas las religiones (re-ligare) del mundo desde tiempos inmemoriales, y ha sido el Occidente moderno, de hecho, la primera sociedad en considerar el mundo corpóreo como un sistema cerrado, donde Apolo ya no puede tener cabida.

En mi opinión, tras dejarme iluminar por eruditos como Wolfgang Smith, lo primero, sería definir y ubicar ontológicamente ese 'inframundo'.

La ironía más grande de toda la modernidad, es que la propia deriva cientifista iniciada con la ilustración (asumamos la bifurcación cartesiana como punto de inflexión), llevada a sus últimas consecuencias de la mano de la teoría cuántica, llegó a toparse con los límites de su propia cosmovisión sobre un universo físico/corpóreo cerrado. Por decirlo claro: la teoría cuántica revela (ver teorema de Bell) que la realidad es en esencia no local, es decir, que hay toda una fenomenología, muy probablemente ubicua, que está fuera del espacio/tiempo y de las interacciones dentro de este acotadas por la velocidad de la luz; una fenomenología que está más allá de la causalidad horizontal percibida por nuestros sentidos y aparatos de medida, y que por tanto, revela la existencia de una causalidad vertical y la necesidad de establecer una jerarquía ontológica de planos de existencia que dé cuenta de esa verticalidad.

Esta jerarquía ontológica que la teoría cuántica revela como real, fue ya propuesta desde tiempos inmemoriales en todas las filosofías antiguas. El Cielo (espiritual) y la Tierra (corpórea), lo plegado y lo desplegado (como decía el físico cuántico y filósofo David Bohm), la manifestado y lo oculto, el Yin y el Yang, lo denso (sthula) y lo sutil (sukshma). Pero estos dos polos necesitan un medio para poder entrelazarse y accederse mutuamente, y ese medio es el plano intermedio, o como tú lo llamas, el inframundo.

Esta cosmología tripartita queda ejemplificada en el icono del círculo, donde su circunferencia representa el mundo corpóreo, sujeto al espacio/tiempo, el centro representando el mundo eterno y espiritual, donde no hay ni espacio ni tiempo, y el espacio intermedio entre el centro del círculo y su circunferencia representando el mundo intermedio o inframundo, donde no hay espacio pero sí tiempo. Es este mundo intermedio al que los alquimistas entraban con el 'solve' y del que salían con el 'coagula'. En palabras de Wolfgang Smith:


Quisiera añadir que este círculo simbólico —este auténtico icono de la cosmología perennis— era conocido por todas las grandes civilizaciones. La gran excepción, por supuesto, es la nuestra: esta civilización profana posmedieval, dominada intelectualmente por la ciencia, que, en efecto, ha reducido el cosmos a su nivel más bajo.


Cabe señalar un cuarto elemento fundamental representado en el icono circular, a saber, el radio que conecta cada punto de la circunferencia con el centro. Cada punto simboliza un momento presente del universo corpóreo, un presente que es atravesado (literalmente) por la eternidad a través del radio. La eternidad se hace presente en cada instante.

Obviamente no es el momento ni el lugar para seguir profundizando en estas ideas, pero sí me gustaría recomendar una referencia para quien pueda interesarse. El único libro de Wolfgang Smith traducido al castellano, "El enigma cuántico". No se requieren conocimientos científicos para entenderlo.

Es notorio que el colapso de la civilización industrial en curso (ya desde los 70s) ha suscitado un interés generalizado por el retorno a lo místico, a lo espiritual. Citando a Ferrán Puig Vilar en un artículo suyo sobre este tema:

 

Muchos estudiosos de las religiones —y todos los místicos— entienden que las distintas tradiciones sapienciales son, en realidad, caminos culturales distintos hacia una misma realidad espiritual. Las diferentes denominaciones de este Todo último —Dios, Yahvé, Alá, Brahman, Tao, conciencia universal, etc.— tienen tantos puntos en común que pueden ser considerados una misma entidad.


Y estoy de acuerdo con Ferrán que esta nueva cosmovisión tiene que poner en el centro el amor por Gaia, pero quedarse solo en Gaia es quedarse de nuevo en un plano ontológico cerrado, sin acceso a lo eterno... de nuevo, el gran mal de la modernidad.

Aunque también desde los 70s en occidente se despliegan grandes esfuerzos por asimilar las filosofías orientales antiguas, ese intento de encontrar lo común o lo esencial que está detrás de todas estas interpretaciones del conocimiento antiguo también se ha manifestado desde mucho antes.

En todas estas tradiciones sapienciales está presente la idea de que la estructura y forma del cosmos está de algún modo replicada a modo de fractal en los seres del mundo corpóreo, así, el ser humano se ve como arquetipo de este microcosmos que imita al cosmos en su estructura tripartita: cuerpo (mundo corpóreo) / alma o mundo onírico (mundo intermedio) / espíritu o sueño profundo (mundo eterno). No obstante, es sólo en la tradición cristiana donde esta idea de autosemejanza se lleva al extremo con el mito de la encarnación de Dios en la figura corpórea de Cristo. Obviamente, para los cristianos esto no es un mito sino la realidad misma.

A donde quiero llegar es que no veo muy práctico crear de cero en occidente una mesorreligión como sugiere Ferrán "a medio camino entre el laicismo y la religión", que se pierda en la equidistancia para no quedar mal con nadie... Se ha intentado sin mucho éxito por activa y por pasiva importar la sabiduría oriental traduciéndola al lenguaje occidental, pero sinceramente, vería más práctico y humilde retomar la tradición que aquí ya arraigó (Cristianismo), eso sí, tratando de recuperar su sentido original, corrompido desde casi su origen, y en ese intento de regenerarlo, sí sería de mucha ayuda incorporarle al cristianismo ideas de la filosofía oriental o de otras tradiciones ancestrales del mundo. Así mismo, también veo que se puedan incorporar ideas del cristianismo allá donde primen otras tradiciones, pero esta vez sin imponerlo tal y como sucedió desde la era colonial.

Dicho todo esto, que ya se extendió demasiado, no creo que el objetivo de la religión deba ser salvar a la humanidad de un colapso abrupto proporcionándole los medios para un aterrizaje suave. Nuestro destino ya está sentenciado y escapa completamente a nuestro control o influencia, como no podía ser de otra forma.

Si yo pudiera hablar con Dios, le diría:


No me salves del cáncer, no evites que esa bomba arrase a esos niños, no ayudes a mi hermano drogadicto a salir de su tumba en vida, tan solo dame sabiduría para poder admirar de vez en cuando tu obra en toda su extensión sin paños calientes y ver en cada uno de sus ínfimos detalles una puerta al todo, dame humildad para poder agradecer la gran maravilla que supone que te sirvas de mí para percibir la eternidad de tu creación en cada instante, una creación que tiene que moverse para poder ser apreciada por su creador a través de todo ser en calidad de ser percibiente y sintiente...


Solo somos antenas que destilan una Conciencia que viene de arriba, de lo eterno, una Conciencia que no es nuestra y es de todos.

Y finalizo con una cita de la filosofía Sufí que Juan Arnau incluye en su libro "Historia de la Imaginación" (Juan es el filósofo valenciano gracias al cual conocí a Wolgfang Smith):


Él (el Supremo) es el sujeto de todas las experiencias (el vidente y el oyente). Aquel que permanece en la perplejidad recorre un sendero circular, nunca se aleja de Él, mientras que el que sigue la línea recta se pierde por la tangente


La línea recta, obviamente, es la cultura del progreso infinito... Y la perplejidad es lo que les pasa a los sistemas cuánticos, que dudan, y no solo eso, además comparten o coordinan su indecisión (entrelazamiento o interacción no local), lo que les permite alcanzar la claridad. Hay ejemplos reales de entrelazamiento a nivel micro como sucede en la fotosíntesis o en la superconducción, pero el físico cuántico David Bohm sugirió que los humanos deberíamos coordinar nuestra indecisión e ignorancia para alcanzar una conciencia colectiva necesaria para un cambio de trayectoria.

Por supuesto, la duda, la humildad y el rechazo del dogma son clave para el conocimiento, para poder sondear el misterio que nunca se revela, pero también hay que conocer "El teorema de Bell" (con el sufrimiento que ha costado que salga a la luz) que nos revela (irónicamente desde la ciencia) que hay un universo plegado, y muy probablemente, un Dios eterno disfrutando de este maravilloso teatro.

Saludos